Dos en uno
Lo fugitivo, Quevedo, permanece.
Regiones donde hubo
ardientes pero estériles ocasos
sombras dejaron, perfiles entumecidos
pero ocres elevándose
como cuando cautivo de la danza
de deshace el dolor. Tu comprensión
remite sólo al tacto. Tacto
sin embargo que es dicción, lente, sutil
sangre del que predica. ¿Cómo no habrá
de resignarse, Góngora iletrada, sin deseo
carnal, a bogar en sus fingidos lagos
definitivamente secos? ¿Cómo
culterana ha de engarzar en oro
si plebeya de acentuada oftalmía
fastidia los metales con fusiones mezquinas?
¿Es posible, Quevedo, que te obstines
en ceder tu palabra a quien labra ofuscada
con soles baratijas, manjares para el oído?
Ananía (Argentina, Rosario, Pcia. De Santa Fe)

Comments