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MARIO ARTECA

Foto del escritor: BRUNCHBRUNCH

Alta fidelidad

A Oli, en sus veinte años


La imagen de un cangrejo muerto

en una roca erosionada de una playa

de Monte Hermoso, durante una sudestada

devastadora, hace diez años. Y de pronto

el mar creció, arreando medusas rosadas

con sus lomos tatuados en cruz.

Eran las más peligrosas, ¿te acordás?,

con sus encajes filosos y ácidos

que hacían las delicias de los médicos

alternos, de los bañeros meadores

de heridas y cultores del vinagre

sobre las picaduras de las piernas

de los bañistas. Mar peligroso. Niña

perdida. La crecida, hija, cerraba el paso

de la arena a la orilla, de la orilla

al océano, de mi potestad sin plataforma

hacia tu pequeña persona. Veinte años

atrás intervine con la única imaginación

con que contaba un individuo

que empezaba a ser arrinconado

por sus pulmones. Estaba entonces

ocupado en asuntos menores

como el alimento, el pago de una casa,

el cuidado de la mascota, el trabajo diario,

las deudas en plástico que limitaban

la capacidad de estrenar alternativas,

como escribir, mirar el horizonte

con rostro de vaca dos veces

preñada, leer el mundo con el peso

de un quitamanchas en la camisa,

arruinada por un descuido sorpresivo

y enseguida arrojada al tacho

de la basura. Ahora, gracias al clima

dislocado, las aguas vivas se retiraron,

se fueron a hacer de las suyas a otra parte.

Te podés amigar de nuevo con el mar,

querida hija; las aguas ya están exentas

de culpa. No tengo importantes lecciones

ni consejos para vos en tu día, salvo

aquello a lo que refería Enrique Lihn

al comienzo de un poema donde agotaba

de un plumazo el sentido amoroso del mismo,

para de inmediato decir: "peor es tragar saliva".

Las cosas, cuando se convierten en objeto

de cambio, no traducen con fidelidad

el deseo buscado. Son aproximaciones,

como la de los cometas o los asteroides

que cepillan cada tanto la atmósfera, pero

sin cumplir con su amenaza. Yo también

soy una aproximación, un bólido de fuego

a punto de estrellarse, o una masa sólida

de hielo cuyo destino será partirse

al tomar contacto con la temperatura

ambiente. Ninguna otra cosa nos espera

con los brazos abiertos. No quisiera dormirme

con el gusto de la palabra idiota en la boca.


Arteca (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, La Plata, 1960)




 

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