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MARÍA NEGRONI

  • Foto del escritor: BRUNCH
    BRUNCH
  • hace 4 horas
  • 1 Min. de lectura

Como el alma que canta por sí misma

en su limpia casa de cristal


Hermann Broch


Tuve que viajar a Nevada para verte. Una gran planicie rodeaba la casa

donde me esperabas con una túnica blanca, más alta que de costumbre.

Presentí que la casa existía en la memoria, cosa que confirmaste atrave-

sando con tu brazo el hielo que suplantaba ahora a las paredes. Acos-

tumbrada a esconderme en las palabras, quise darte una carta. Esa carta

hablaba de las diferencias del río: lo que fue, lo que es, lo que será. Pero

vos eras el río y la imagen del río, visto desde la altura (quiero decir,

la furia misma). Me miraste, morada de ternura, bajo el color inconstante

de la niebla. Terminé por tratar de pinchar la carta a tu plumaje pero te

negaste, afable, como quien aprecia el esfuerzo de simular lo imposible.

El pico tembló ligeramente. Me dejaste a merced de la felicidad, contem-

plándote, ahora que eras un enorme pájaro blanco.


Negroni (Argentina, Pcia. de santa Fe, Rosario, 1951)




 
 
 

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