Nunca fui tan hermosa como a los cuarenta cuando el mundo comenzó a apagarse como si alguien hubiera dictado el final de una fiesta. Ah, qué precioso es el fin de las cosas, todo el cuerpo extendido hacia el disfrute de los últimos instantes. Es como el final del deseo, ese momento en que no importa si sos vos o no sos, sólo sucede estar allí, en un cuerpo habitando la cueva de la sangre, el corazón en un pulso feroz latiendo, latiendo.
Un animal irguiéndose en sus pies es siempre majestuoso.
Finochietto (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, General Belgrano,1971)
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