A un luthier
Oficio de excelencia. La mirada
en busca de la noble pieza.
Manos en sutileza ejercitadas
como flores sensitivas los dedos
y el tacto de las yemas hecho pétalo.
Luthier de original madera,
la elegiste y sabrás los porqué.
Acaso por perfumes del bosque que ella oculta
por las manchas del tiempo acontecido
o por fisuras que el rayo de la noche le grabó.
Acogedora materia donde la magia duerme,
curva y tierna al modelaje se dispone.
Luthier, sin descanso la trabajas honda
y se vuelve un objeto prodigioso,
un instrumento, al fin, tu resonancia.
Toma ahora sabio y delicado el arco.
Tensa, con amor, una a una las cuerdas.
Afínalas. Saca del interior cada armonía,
coloraturas, el poético ritmo.
Pulsa en busca del Amén de los himnos.
Vuelve a pulsar hasta lograr la cadencia perfecta
que, desde el ambiguo territorio del sonido,
en su prisión dorada, la caja toda es música tuya.
Fidanza (Argentina, Buenos Aires)
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