A Geraldina Lagostena
cruzó un viejo océano de fuego
perdido en el mapa de los naufragios
lo cruzo para salvarme
a mí
del tornado
del insomnio
la locura
ella que camino todos los sismos
los monzones
nado sobre ríos de olvido
y lava recién parida
heridas todavía abiertas
sangre coagulada de serpientes
ojos de liebre en noches intermitentes
ella que sedujo a los señuelos de la intemperie
cuando me abraza
todo queda quieto
y sus brazos son esa música suave
que bailamos en verano
desnudos después de amarnos
en la galería que lleva
a las playas del silencio
ella sedujo a la belleza
a orgasmos de luna llena
la fue quebrando
ella sabe cómo mueren las flores en invierno
y el sentido de las gotas de lluvia
liberarse en el cielo de sus prisiones
de nube y vapor
Y caer a tierra
caer caer
para que la vida
y todo lo horrendo de este mundo
pese por un poco menos
por un rato
Castelli (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, La Plata, 1975)
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