Siempre hay un trueno que arrebata la línea de las preguntas en medio de la nave. El refugio se vuelve ladera, malestar, casi un reto frente a la noche y la saga de grillos, luciérnagas, cascarudos, bichos sin nombre. Una secuencia de tilos y álamos para servir a la brisa que anuncia nuestra breve espera de cantos sin voces, de melodías en sostenido silencio.
El rayo de oscuridad no siempre ensombrece, a veces deslumbra frente al catequismo de idiotas, la comodidad de quienes saben los pasos de cada baile, de cada recorrido sin lunas. En la mitad del árbol crece un secreto, también el corazón del cuerpo que estamos por leer.
Cervero ( Argentina, Buenos Aires, 1972)
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