Es la hora de las tacuaritas en el palo borracho. Sus movimientos de rama en rama son casi imperceptibles. Hasta que llegan a algún fruto del árbol y permanecen allí. Picotean su cáscara antes de que el interior algodonoso abra el viaje de las semillas. Las ramas todavía no comienzan a reverdecer, siguen su propio ritmo. Mientras el resto del jardín se llenó de flores del ciruelo, el jazmín de invierno y las bignonias –que avanzan sobre varios troncos–, el toborochi se muestra desnudo, salvo por sus frutos, que todavía esperan.
Cervero ( Argentina, Buenos Aires, 1972)
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