Altura de los regueros
Algo debe haber pasado. Algo que torna la compasión en cefalea. Los edificios se perciben muy erguidos como una pila de padres severos. Tal vez hace mucho fui demasiado a las piscinas a nadar hasta quedar adormecido por el ritmo de mis propias brazadas: soñé que cometía una falta y se perdía con una burbuja de cloro. Pudo entrarme entonces cualquier bicho, esos microorganismos que medran en las piscinas y causan daño neurológico. Desde ahí las noches se tensionaron entre la parquedad y la desesperanza junto al recuerdo de un cuerpo que deja un sendero de gotas porque ha nadado.
Hubo dolor, hubo presión atmosférica y a estallar!, quedó el yo de los arbustos despedazado al lado de las costas, embelleciéndolas
Espinosa (Perú, Lima, 1962)
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