En la voz se oyen cosas
Mi abuela se fue de su terruño
y muchos años después, cuando
se fracturó la cadera y se quedaba
en mi cuarto a dormir,
yo escuchaba en sus ronquidos
el resuello anterior a la ciudad,
como si se estuviera yendo
de vuelta a su pueblo
y su voz se quedara vacía.
Al día siguiente me contaba
que había visto en el sueño
que alguien quemaba sus santos
y que no sabía si era su vida la culpable
o la pobreza o haber abandonado
y luego prendido fuego las creencias.
Por años mi abuela arrulló
a las bestias más amargas del monte.
Y yo, el último animal
a su cargo, ando y desando
esa voz, olisqueando su recuerdo,
su cara tersa como el interior de un tazón,
el modo en que caminaba hasta la cama
y se echaba y el mundo de la siembra
volvía a robar a la anciana
que se dormía a mi lado.
Maver ( Argentina, Buenos Aires, 1985)
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