Es preciso que uno venga y diga: hay un quemante aroma a tierra mojada.
Sólo eso.
Como en las lluvias entonces, las ranas abrirán la boca pronunciando oes en agujeros,
en un Morse melancólico
que les impida decir las aes, los ayes, tu nombre.
Junto a las ranas respiramos, cada vez más sonoras y más adentro.
Gritamos ausencia húmeda.
Cirilho (Argentina, Buenos Aires,1962)
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