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  • Foto del escritorBRUNCH

SUSANA VILLABA

La noche de Tanabata

Es la noche

de Tanabata

pero yo no sé dónde está

la orilla del río

del cielo.

Ni el cielo

lo dice.

No sé cuál es el puente

que nos une

y nos separa.

Yo no sé qué pasó,

la vida no es un lugar

seguro.

No hay ceremonias,

los amantes unidos

por un hilo de plata.

Sueño con calles

en las que estás caminando

mientras sueño,

al despertar es tarde.

Yo no sé qué hacer,

el amor es animal.

El camino terminaba

en un acantilado.

Iba un loco

en un coche policial,

feliz de andar en auto,

sentí miedo del dolor,

de la química,

de las palabras que se quiebran

de pronto.

Fuera de mí,

fuera de mi casa,

fuera de todo lo que te ofrecí

voy.

Pero vuelvo, no creas

que pedía más

que la intensidad del azul

ante el naranja.

Yo no sé qué pensar,

para qué

si no quiero entender,

si no hay razones

a veces.

No sé si creer otra vez

en signos que no sé leer

en el río del cielo.

No sé si buscar el puente,

quizá nunca lo hubo.

No sé qué decir,

acaso te convoco sin saber

adónde.

No importa,

haré una ceremonia incorrecta

mirando la luna.

Pregunto a tu parte oscura

si es cierto

que desayunamos juntos.

El tiempo pasa,

no hay aniversarios.

La vida gira

bruscamente,

yo no vi la señal.

Ya no sé si es mejor

perder lo que se debe

para encontrar,

antes me dije estas cosas

pero estoy cansada.

¿No hay nada que decir?

No hay nada que hacer

para desanudar las almas que se aferran

a otras almas anudadas

a otras almas.

¿No hay parte en el amor

que guarde algún recuerdo?

de la luz

sobre la contingencia.

Acaso es un torrente

continuo

y precisamente

por eso.

Ya no sé quién sos.

No pudimos despedirnos

de los muertos.

Así sin inhumar

el cuerpo de este amor

enterrará el próximo amor.

Como fui yo el cordero

bajo el mismo puñal

que habías recibido.

Ahora soy quien pregunta

al río:

el amor es un torrente

continuo

pero estamos fijos en el horror

de no permanecer.

Hasta el fuego

necesita adherencia,

sólo la noche existe

aunque nadie la mire.

Acaso el puente para dejar

en claro:

cada uno ocupa un sitio

diferente.

No era necesario,

siempre estamos solos,

siempre está a la vista.

No te pedía el alma

por un pacto,

ya no hay pactos,

“es la estrategia del demonio

hacer creer que ya no existe”.

Ya no sé si creer

en las palabras,

es la noche de Tanabata

y no lo sabés,

no leímos los mismos libros.

No sé el lugar

que no conozco,

no hay corazón tan sabio

ni vocación de tenerlo

ni quien

indique el camino.

No hay caminos,

es el momento para inventar

liturgias,

construir un gesto,

un filme o un río

para los separados eternamente.

Eternamente despidiéndose

de sí mismos.

Reconstruirse en el dolor

es otro dolor:

que lo desee

no hará que exista.

Preparo café,

ya no puedo sentir más frío

por hoy,

por este año.

Todo ha sido

una actuación en el vacío,

algo se quiebra

para instaurar.

En todo viaje, la ausencia

o volver,

se mueve el paisaje.

De todos modos el río

está cegado aquí,

tiene una sola orilla

y cada vez

se es más inteligente.

Quiero decir más triste.

Ahora sé

que está cayendo la noche

de Tanabata

como una noche

más.


Villalba (Argentina, Buenos Aires, 1956)




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