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Foto del escritorBRUNCH

SILVIO MATTONI

El consejo moral


La tormenta dispuso un velo gris

sobre los árboles del campus. No

tengo nada que hacer salvo escaparme

de unas charlas despreocupadas que

deberían relajarme. Una prima

de mi esposa, que se le pareció

tal vez mucho en la risa, en las pecas,

en la forma del torso, ahora vino

de visita unas horas. Cada vez

que la veo reírse, como si fuera

una versión más ancha de la boca

que hace décadas beso, no consigo

sacar de mi cabeza una infidencia

sórdida. Y en paralelo crecen

mis fantasías de celar un cuerpo

que maduró conmigo. Ah, el amor,

como dijo un amigo, no debiera

ser una cuestión personal. La lluvia

se desató de nuevo en el cemento

de los baldosones, en el pasto vivo

de febrero. Ya es hora de volver

y decir unas frases, asistir sobre todo

a lo que dirás: “¡Qué extraño! ¡Qué raro!”,

para hablar de otro primo que hace diez

años que se esfumó y ya nadie sabe

si está vivo, está loco, si dejó

un hijo sin nombre en la Patagonia

y un cuerpo sin tumba en los trópicos

en donde se sumergió acaso para salir

de una manía o bañarse más en ella

o terminar de una vez con todo eso.

Lo conocí, era una especie de satélite

de los afectos familiares, nada

lo ataba demasiado. Cae agua y yo

tiro de la soga que siempre se anuda

y llegaré de nuevo al lugar donde escucho

un ritmo y una expectativa. Cuando

pare un poco el aguacero de afuera,

dejaré a dos poetas ingleses, a un francés

crítico, a un novelista italiano, estos

dos últimos sin leer, en la biblioteca

y habré cumplido un trámite. El poema

quizás fracase, pero la mano asiente

al movimiento de sus sensaciones

y mis ojos nublados en la lejanía

–presbicia que compensa la miopía–

se entregaron al goce de mirar las letras.

¿Y dónde están los otros, que no escriben,

que creen en fantasmas, que no saben

que este día de torrentes de agua

se parece a otras lluvias pero no

volverá nunca? El cerdo de la piara

epicúrea me susurra ahora que corte

minutos, frutas de estación, pero el consejo

moral vale más que el musical:

el loquito, el drogón, el nombre ausente

como árboles, pájaros, arbustos, mariposas,

se orientan al salvataje del momento

y las palabras siempre llegan tarde.


Mattoni (Argentina, Pcia. de Córdoba, 1969)



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