De amor y de odio
Afuera está la primavera inmunda;
la irisada paloma que fecunda;
los insectos, que son como ladrones,
ya lo sé, en los azahares con limones;
las glicinas guarangas derramadas
ensuciando baldosas coloradas;
novios que unen su risa y sus cosméticos
junto al jazmín del Paraguay, frenéticos;
frente a columpios exhibicionistas,
en lascivas posturas de ciclistas.
El viento lleva el hálito caliente
de las bestias, y lo infunde en el ambiente,
humedece las hojas de calor,
riza el pétalo esquivo de la flor.
y el frío sólo está en el corazón
como un pozo en la arena, sin pasión,
con espejitos que atesora el mar
que sabe a lágrimas para mostrar
el frío conmovido que se eleva
del fondo misterioso en que se abreva.
Ocampo (Argentina, Buenos Aires, 1903 –1993)
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