El lector leído
El problema es que, más que lector, yo utilizo los libros para apoyar la pava mientras mateo orondamente sobre la cama:
verán, despliego los libros alrededor de la colcha como si fuese un agrimensor que estuviese midiendo un archipiélago desde un avión
y encuentro entre los pliegues sinuosos
la superficie lisa y límpida de un libro que se ofrece, digamos, como un llano perfecto para depositar este objeto ominoso y pendulante.
Lo que sucede luego es algo digno de asombro: los libros, al ser expuestos al calor de la pava, vibran súbitamente llenos de una vida material, se retuercen, extienden sus manitas atrofiadas, se acicalan, se desentumecen, babean, y es como si de pronto nacieran o despertaran de un largo y oscuro letargo, y ahí nomás, se restriegan los ojos, los abren y, como no son sonsos, aprenden rápido a leer
y al leerlos, así, digamos, como cuajados de sí mismos
ellos me leen también a mí
y es tan impúdico lo que sucede
tan contrario al contrato establecido
tan trulalá
que entre el libro y yo queda sellado un vínculo
que sólo ocurre a veces entre los amantes
que se confunden locamente los unos con los otros
y se cambian de ropas
y se cuentan los dedos de los pies y de las manos
y se susurran velados secretos al oído
y hasta toman el rol del cuerpo ajeno en las formas del amor
de modo tal
que cuando devuelvo el libro a la biblioteca
y otro lector lo agarra
al abrir sus páginas
sólo alcanza a leer los pasajes más oscuros de mi vida
¡oh, fatalidad!
¡oh, buenaventura!
!ellos no sólo me leen, también me escriben!
¡tal es la naturaleza mimética del libro!
y lo que ocurre entonces es tan deliciosamente obsceno
tan pornográfico en sí mismo
tan trulalá
que los lectores no pueden dejar de leerlos
la fascinación los toma por completos
los embriaga mi absoluta desnudez
quieren saber más y más sobre mi vida
buscan pelos y señales
se retuercen de ansias por saber más acerca de mis cuitas
así que
cada vez que van a la biblioteca
no sin vergüenza, preguntan por los libros que yo he leído
y se los llevan a hurtadillas, como si cargaran con un objeto robado
y los devoran bajo las lámparas derrengadas
como si comieran una tostada
mientras tanto yo sigo apoyando la pava sobre sus tapas relucientes
y me dejo leer a ojos llenos
por estos paparazzis nacidos del calor y su tormento
de modo tal, que con cada lectura que ellos hacen de mi vida
es como si me releyera a mí mismo
y, a medida que pasa el tiempo
me voy despojando de mi pasado
me vuelvo limpio y nuevo, como un niño recién nacido
y, a juzgar por los mensajes de admiración que los lectores me envían
por los ¡hurra!, por los ¡siga así, mi amigo!
y las reseñas que aparecen de tanto en tanto en diarios y revistas literarias
me voy convirtiendo, día a día
en una gran celebridad.
Jaka (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Tandil, 1978)
Comments