Y entonces...
Se arriman las sombras
llamadoras de un beso,
se alejan sin consentir
lo que buscaban. Esperé
hoy tu espejismo
en los cantos de la cárdena noche
para traer mi mandíbula besada,
la punta de un pañuelo
que no esconda
lo que ve la oscuridad,
lo que roba del pudor
tu perfume oculto en pliegues
de pétalos que deshojaste.
Biedma (Argentina, Buenos Aires, 1979)
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