Uno quiere que el amor sea amor
y, sin embargo,
quede fijo en un par de palabras.
Queremos que la nieve sea nieve
y, sin embargo,
no se derrita entre las manos.
Eso que deseamos no puede
sino causarnos dolor.
Todo lo que existe tiene un comienzo.
La primera lluvia fue una noche
en que me iba de tu casa.
Los cuerpos nuevos son torpes
en las despedidas,
bailamos una especie de danza
entre la posibilidad de rozarnos
y la timidez.
Algunos inventos griegos
dicen que la vergüenza
está en los ojos.
¿Dónde está el punto de entrada?
Cuando uno se está enamorando
siempre es demasiado tarde.
El amor aparece
como los primeros brotes;
cada yema es un ala suave
rasgando la dureza de un tronco
jamás demasiado curtido;
como un desastre natural;
como un animal salvaje
devora, sofoca, arrastra
valiéndose de flechas,
fuego, lápices, guantes de boxeo...
Pretendiéndose inmortal
cae sobre nosotros
transformando las condiciones
habituales de la salud.
Muy pocos la ven venir,
esta bendición a medias
nos recuerda: es ahora
que estamos realmente vivos,
somos pobres de lenguaje
y vinimos para partir.
Barrego (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Luján, 1987)
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