Hoy que está lloviendo hice buñuelos.
Este verano atípico se parece a los de mi infancia
cuando mi abuela los freía
a la venida de mi primo
que llegaba a la siesta montado en su yegua blanca.
Aunque mi primo ya no esté.
Aunque mi abuela no viva más, en esa casa.
¿Qué mano oculta toma las riendas de nuestros destinos?
¿Quién torció la trayectoria de esa chata
cuando él volvía aquella noche de su trabajo?
¿Quién decide cómo se vive y cuánto
sobre esta tierra?
Pienso, mientras tamizo la harina
y desguazo las manzanas.
¿Por qué tantos años después,
con el olor a tierra y azúcar tibia,
con la pava burbujeando,
reaparecen los primos,
los primeros amores y las tormentas de verano,
los bailes hasta la mañana siguiente,
los corchitos blancos de las sidras, rebotando
en el patio de baldosa,
las manos apuradas de mi abuela?
¿Quién recogerá esta memoria que se arroja
como una piedra congelada desde una nube
quién sabe en qué cielo perdida?
Barrego (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Luján, 1987)
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