Un poema del insomnio
La noche oculta un pájaro que canta.
A veces fuerte como un árbol.
A veces frágil como un niño.
A veces como un gato que aúlla en celo.
A veces una bestia herida agonizando,
como el viento frío que eleva la hojarasca.
A veces como quien llega de lejos
y cansado golpea mi puerta.
La casa está dormida y oscura,
los objetos reposan y luego tiemblan.
La cama crujiendo es un viejo fuelle
a punto de desarmarse.
Un animal mira su reflejo en la ventana
y se hunde en mí.
Si yo fuese el pájaro que cantaba
esta madrugada después del temblor,
atravesaría como el rayo los kilómetros
que me separan de tu casa.
¿Qué está pasando mi amigo?
¿No ves la tierra sacudirse
y vos dormido a la sombra
de tu propia pena? Despabilate.
Riámonos juntos de la tristeza
y tomemos te. Donde haya una taza,
el corazón estará más feliz.
Si yo fuese aquel pájaro
te cantaría una canción risueña,
como los nidos de las catas entre los eucaliptos,
como un muchacho que sale en bicicleta
por la tarde del domingo
y vuelve con un regalo.
La noche oculta una mujer que tiembla.
A veces frágil como una hoja.
A veces como una gata que aúlla en celo.
A veces suave como el agua que acaricia los surcos.
¿Podes oírlo? Cantemos juntos
sobre las ruinas de nuestra pobre soledad.
Tomemos te en el dolor de estar vivos.
¿Dónde hay una taza?
Barrego (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Luján, 1987)
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