Ya no canto ni pinto
ni dibujo ni lloro
ni me dejo acariciar por desconocidos en los trenes.
Ya no me avergüenzo de haber envejecido
ni me dejo fotografiar
ni hago listas de lecturas,
pasadas o posibles.
Mi pelo ya no brilla como vinilo,
no me dejo tocar el cuello
no sueño más con inundaciones
ni con crecidas
ni con cuchillos.
Ya nadie recuerda mis venas azules
ni compro cocaína
ni preocupo a mi madre
ni me conmueve la poesía
por extraordinaria que sea.
Ya no leo barroco
ni fantaseo aprender ruso o alemán
ni planeo, cómo, conservar mi trabajo
ni me importa la crítica o la filosofía.
Ya no rompo copas
ni cierro dando porrazos
ni grito ni hago escenas
ni me quemo cocinando.
Ya no hablo con nadie
hasta altas horas de la noche
de la vida
ni de nada.
Ya no me aprendo canciones
ni tomo sol
ni ando en tetas y tacos por la casa
ni miento
salvo cuando miento.
Suar (Argentina)
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