Romper un vaso
Estaba al borde. Lo juro. Casi imperceptible, atento a la ruina como a punto de darse muerte como sabiendo el lugar exacto dónde hacer fuga.
Estaba al borde.
Tuve un amor alguna vez. Era como vivir de la sed, darse contra el mar hasta romper el cuerpo.
Pero no era mi cuerpo lo que se fragmentaba en la caída, no esta vez. El vaso caía por el peso de su nombre, dije vidrio y no necesité más para cortarme.
La poesía hace estas cosas.
Romero (Argentima, Tucumán, Concepción, 1999)
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