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Foto del escritorBRUNCH

PABLO CARAMELO

Mientras tu padre comía los últimos choclos,

la línea Cero te llevaba hasta la casa.

Tu madre descansaba de haber lavado,

sin contrato social y con esmero,

una carne rasgada que ahora se nutría

con los últimos rescoldos de la aldea.

¿Por qué volvías?

Ella despertaba del largo sueño penúltimo

y, detrás de la puerta, preguntaba por el libro.

(¿Nuestra impaciencia no había despertado

al Leviatán qué nos tragó?

¿Qué escena repetíamos acá

mal muertos, despabilados?)

No te olvides del Libro, decía.

Como un bulbo cerrado,

incitada fl or palpitante,

bullicio retenido en los escombros

de la sintaxis, cambiaría el paisaje

al pasar las hojas de esta morada

donde las palabras que nos unen

son irrazonables.

Y qué otras ibas a ordenar

para no divulgar lo que veías:

qué otros cataclismos elegantes,

qué disimulo profundo de la lengua dejarías revivir

como huesos del animal que todavía te destruye.


Caramelo (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Junín)






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