¿Qúe puedo inventar ahora?
¿Qué puedo inventar ahora? Gracia
de las cosas marchitas, hay telarañas
en mis ojos. En un pasado presente
vive mi alma. Las manos de mi madre
eran hojas de arce caducas, de venas
oscuras, hambrientas de luz. Esas manos
necesitaban un hogar apacible, no de
crepúsculos, no el que mostraban las
cortinas desteñidas de la casa que
doblaban su edad. Había siempre un
cielo de tormenta en sus ojos, llenos
del mal de acedia, lo que hablaba de
la profunda fragilidad de su cuerpo, de
una melancolía que anidaba en su corazón
de arce. Lo desconocido, la memoria,
impresiones sensibles que nunca se
borraron, hacían florecer esas invenciones
de su mente, ornada con las cenizas del
recuerdo. ¿Qué puedo inventar ahora?
Nos preguntaba y sin esperar respuesta
hablaba del color azul suave del basalto,
una roca pensativa -suponía- que
decoraba parte del Zamek Królewski,
el castillo real de Varsovia. Un horizonte
brillaba fugitivo en los surcos de su frente
en los que podía leerse claramente la
escritura del cielo en el paisaje polaco,
tanta historia y tanta sangre vertida a
orillas del Wisła. Una sombra de sonrisa
aureolaba su corazón eslavo. ¿No era
ese el espíritu del arce, la signatura que
sobrevivió al exilio en las hojas dentadas
marrón oscuro de sus manos?
Ananía (Argentina, Rosario, Pcia. De Santa Fe)
Comments