III
Ahora que vivimos cada uno
en su país. Y los días se abren
y se cierran sin hacer
mucho ruido. Cada uno
sentado en su propia mesa, su
propia cama. Acompañados
y solos, tomamos el café, leemos
las noticias en el diario, y a la noche
sin ningún dramatismo y sin
ningún apuro, tomamos una copa
de vino. Mientras pasan os días,
los aniversarios, y tu rostro
pasa y no pasa nunca. Quizás
--quién te dice-- olvidar sea eso: guardar
en una caja fuerte, que nadie abre,
el nombre tan querido, la voz
de quien todavía, si la oímos, nos
hace estremecer. Ahí guardo, estoy
seguro, las cosas que vivimos juntos
y las que no vivimos, también
las guardo. No te preocupes.
Aunque un día ya no hable de vos
ni me acuerde de vos, el olvido
no existe. La muerte no existe. De todo
siempre, queda algo. El gran amor
que te tuve se encarga de hacerlo. Yo no.
Yo simplemente viviré en otra casa,
dormiré en otra cama. Solo
o acompañado (es lo de menos)
pero tus ojos (ay tus ojos) alegres
y tristes, seguirán en mí, seguirán
tus labios, tu pelo, la curva
adorable de tus hombros… Y todo
lo que creí olvidado, ahí estará.
Empujará las horas, los días, sin que yo
me dé cuenta. Confío (cómo decírtelo)
en el trabajo que hace para olvidarte
(y para no olvidarte nunca) mi corazón.
Bossi (Argentina, Buenos Aires, 1960)
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