De todo siempre queda algo
Ahora que vivimos
cada uno en su país.
Y los días se abren
y se cierran, sin hacer
mucho ruido. Cada uno
sentado en su propia
mesa, su propia cama.
Acompañados
y solos, tomamos el café,
leemos las noticias
en el diario, y a la noche
sin ningún
dramatismo
y sin ningún
apuro, tomamos una copa
de vino. Mientras
pasan los días, los
aniversarios, y tu rostro
pasa y no pasa
nunca. Quizás --quién te dice—
olvidar sea eso:
guardar en una caja
fuerte, que nadie abre,
el nombre tan querido,
la voz de quien
todavía, si la oímos, nos
hace estremecer.
Ahí guardo, estoy seguro,
las cosas que vivimos
juntos y las que no
vivimos, también
las guardo, no te preocupes.
Aunque un día
ya no hable de vos, ni
me acuerde de vos,
el olvido no existe. La muerte
no existe. De todo
siempre queda
algo. El gran
amor que te tuve
se encarga de hacerlo.
Yo no.
Yo simplemente
viviré en otra casa, dormiré
en otra cama. Solo
o acompañado
(es lo de menos)
pero tus ojos (ay
tus ojos) alegres y tristes
seguirán
en mí, seguirán
tus labios, tu pelo,
la curva adorable
de tus hombros…
Y todo lo que creí
olvidado, ahí
estará.
Empujará las horas,
los días, sin que yo
me dé cuenta.
Confío (cómo decírtelo)
en el trabajo que hace
para olvidarte
(y para no olvidarte
nunca) mi corazón.
Bossi (Argentina, Buenos Aires, 1960)
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