Este animal, muerto hace quince días,
cruzó, como quien dice, un río.
Yace a la sombra de unos eucaliptos
al costado de la ruta: casi un bulto informe
de pelos mezclados con sangre seca,
los huesos pardos saliendo del vientre
como ramas, la delicada cabeza
vuelta hacia atrás, los ojos vacíos.
Ya sin hambre ni sed,
y a medias oculto por la maleza,
cualquier interpretación que pueda dársele
será incidental; no es un letrero
ni espejo de nada. Podría seguir allí
por tiempo indefinido, en su santuario,
oscuro entre árboles medicinales.
Taborda (Argentina, Rosario,1959)
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