Hermano
A los ocho años dejó de fumar.
Era por entonces el gesto de falsa omnipotencia
en la casa solitaria, ajena a la mirada de los padres.
Prendía cordeles en los picaportes
enviaba una contraseña estelar.
Nadie la encontraba en el envés de los espejos
donde fluctuaba el tiempo.
De a poco fue haciéndose invisible entre los pliegues
de su vestido, se desdoblaba sin prisa.
Tablas del asombro en un cuerpo pequeño y frágil,
cigarra al vuelo.
Adquirió la destreza de la invisibilidad sin queja alguna.
Le pasó los cigarrillos mentolados a su hermano,
Tito fumaba en el exilio o en prisión para alejarse de todo.
No había ocasión en sus cartas en que no le rogara
que escribiera sobre él y sus designios,
esas engorrosas fórmulas para ganar al siete y medio
sus pasatiempos de robo a mano armada
los no lugares donde pernoctaba
o las inverosímiles historias de Rita codiciándolo
en el puterío más caro de la ciudad.
En esas cartas también se regodeaba de ser
un auténtico gángster rosarino,
incluso confesó haber matado en un arrebato de ira.
A los ocho años no se tiene conciencia de lo venidero
sin embargo, no dejó de escribirle un destino.
Suárez (Argentina, Pcia. de Santa Fe, Centeno, 1967)
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