La ventana
Voy a construir una ventana en medio de la calle para no
sentirme solo. Plantaré un árbol en medio de la calle, y
crecerá ante el asombro de los paseantes: criaré pájaros
que nunca volarán a otros árboles, y se quedarán a
cantar ahí en medio del ruido y la indiferencia. Crecerá
un océano en la ventana. Pero esta vez no me aburriré
de sus mares, y las gaviotas volverán a volar en círculos
sobre mi cabeza. Habrá una cama y un sofá debajo de los
árboles para que descanse la lumbre de sus olas.
Voy a construir una ventana en medio de la calle para no
sentirme solo. Así podré ver el cielo y la gente que pasa
sin hablarme, y aquellos buitres de la muerte que vuelan
sin poder sacarme el corazón. Esta ventana alumbrará mi
soledad. Podría inclusive abrir otra en medio del mar, y
solo vería el horizonte como una luciérnaga con sus alas de
cristal. El mundo quedaría lejos al otro lado de la arena, allá
donde vive la soledad y la memoria. De cualquier manera
es inevitable que construya una ventana, y sobre todo ahora
que ya no escribo ni salgo a caminar como antes bajo los
pinos del desierto, aun cuando este día parece propicio para
descubrir los terrenos insondables.
Voy a construir una ventana en medio de la calle. Vaya
absurdo, me dirán, una ventana para que la gente pase y
te mire como si fueras un demente que quiere ver el cielo
y una vela encendida detrás de la cortina. Baudelaire tenía
razón: el que mira desde afuera a través de una ventana
abierta no ve tanto como el que mira una ventana cerrada.
Por eso he cerrado mis ventanas y he salido a la calle
corriendo para no verme alumbrado por la sombra.
Zapata (Perú, Piura, 1955)
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