I
Nueve veces conté los árboles del bosque
Nueve veces se cambiaron de lugar, me fastidiaron
con sus ramas y el susurro de sus hojas yéndose
o arrullándose. Nueve veces conté
los pájaros en el aire. Y nueve veces se movieron
de lugar
en la esfera celeste. Y las nubes conté nueve veces
solo para verlas pasar. Inútil es el hombre,
inútiles sus esfuerzos por retener
lo que pasa.
Y estúpidas las maneras
de tomar el sol con las manos
la luna con la mente
el huidizo silbo de la perdiz
con la memoria.
Gaya (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Ayacucho, 1953)
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