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Foto del escritorBRUNCH

MIGUEL GAYA

Últimos días de Estephan Zweig y su esposa en Petrópolis


Hay días en que uno sabe que el sol habrá de ponerse por última vez en todo el mundo.

Hay días en que el mundo es un huevo perfecto

y uno sabe que flotará dentro

con naturalidad nutricia.

Y días deformes, en que nuestras vidas corren riesgo

de perderse del mundo, deshilachadas y anónimas.


Hay una secuencia de las cosas,

de los objetos celestes,

y hay otras aleatorias.

Confundir ambas es confundir

la naturaleza de las cosas.

Y ahora están confundidas y no soy yo

quien las confunde y se abruma.


La noche llega ahora y no es el fin. Es la noche.

Y nos internamos en ella como en la oscuridad

y no en la noche.

Y desaparecemos

y ya no somos.


El amor del hombre raramente salva

de nada,

ni siquiera

del que ama, y sin embargo,

siendo visto y amado será

quizás, más suave su suerte.


Así que entrar en la oscuridad, en la nada, con amor

es estar concentrado en su propia humanidad, es

no estar partido.


No te doy mi aliento, no te doy

esperanza. Nos afirmamos el uno en el otro

para ser dos, pero amados.

Acaso no haya otra esperanza que esa,

otro consuelo.


Una parte del mundo se hunde, y otra

sueña, y caminamos dentro de ese sueño

deforme

y nos perdemos.

Para encontrarnos, hasta desaparecer,

nos internamos

desnudos

en el amor y la muerte. Nadie sobrevive.



(Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Ayacucho, 1953)

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