Último poema de amor
No quedan vestigios de lo que has dicho.
No quedan vestigios de ninguna palabra
y es apenas un segundo más tarde
de que hayan salido de tu boca.
Observo tu boca, la que ha hablado,
y permanece quieta, inocente de todo
cuanto ha sido hablado
en este mundo.
Debo pensar en lo que has dicho, en lo que va a pasar
después de dicho, y nada está claro.
Puedo darte la espalda,
dar lo escuchado por no existente
y seguir quietamente, sordamente,
con mis quehaceres.
Así y todo, lo dijiste. Lo dijiste.
Y ahora solo me queda pasar el resto del silencio
sola.
Gaya (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Ayacucho, 1953)
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