I
S
i vas a Ítaca, viajero, no confieses habernos visto.
Encoge los hombros si te preguntan, y sigue bebiendo.
No menciones nuestras tumbas,
ni los perros que se disputaron nuestros huesos blancos,
perdidos entre las piedras.
No les hables de las batallas en que nos empeñamos,
que nada dicen allá,
ni los muros que asediamos, que nunca han visto.
No hables de sueños allí, donde los nuestros duermen.
Bebe y come lo tuyo, lo del día,
y sigue tu camino.
Gaya (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Ayacucho, 1953)
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