(...)
Fue una tarde de verano Que en púrpura agonizaba Vagamente se escuchaba Un lento tango lejano; Entre las notas del piano Prolongaba el bandoneón, Desconsolado y llorón En el transcurso del viento, Un monocorde lamento Que entraba en el corazón. Con el chambergo en los ojos Y ya sin corte en el talle, Juan se acercó por la calle Moviendo los brazos flojos. En un fondo de despojos Se agrisaba el arrabal, Y en las paredes de cal, Frente a la calle desierta, Abría su boca la puerta Sobre el negror del umbral. No lo dejaron entrar Saliéndole a la cruzada Y antes que dijeran nada Él ya empezaba a tirar. Fue más duro de voltear Que quebracho colorado: Aún tiraba arrodillado Cuando de pie ya no pudo, Hasta que se cayó hecho un nudo Con el revólver al lado. Estaba oscuro el confín Pero la sangre era roja Cuando le alzaron la floja Cabeza del adoquín; En la punta de un botín Seguía manando una herida Y, aunque estaba humedecida, Quería aletear en el suelo La punta de un pañuelo Con aire de despedida. Y así terminó su fama En una tarde cualquiera. La sangre perdió en la acera Su rojo intenso de llama; Y los finales del drama En el vaivén de un carruaje, Lo llevaron al paraje Donde no se pisa fuerte Y sólo reina la muerte Sobre el temblor y el coraje. Nadie lo lloró en seguida, Nadie lo lloró después; Nadie sabe si una vez Estuvo vivo en la vida; Pero nació de su herida Un yuyo entre el empedrado: Tuvo en la Pampa el pasado Y en la Ciudad el olvido; Juan de nombre, y de apellido Nadie, según me han contado.
Etchebarne (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Tigre,1915-Buenos Aires, 1973)
Comments