Aprendo a distinguir el sexo de los pájaros
su lenguaje urgente, ese afán
de propagarse en el tiempo
mezclándose.
Abrí los ojos al sol
me tendí a la orilla del río
cuando él se fue y supe
que volvería con la noche
que yo lo esperaría
al borde
de la herida de granada.
Que yo lo esperaría.
Los colibríes suben y bajan
como dardos veloces, exponen
un abanico de plumas
colores nunca vistos, reservados
hasta el momento clave
como quien guarda su arma secreta
para enfrentar al adversario
más temible.
Aprendo a distinguir las horas
donde reina el silencio
de las otras, cuando los pájaros
se amontonan y parecen estallar
en el cielo como acuarelas
que se funden.
Mauriño (Argentina, Buenos Aires, Ramos Mejía, 1985)
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