Yo mujer
Cómo odiaba el sonido de los coyoyos. No
porque anunciaran la llegada del verano,
sino que eran el preludio del Festival.
Los coyoyos chumados de algarrobas.
El hombre se iba a buscar changas y volvía
impregnado del olor a vino, se tumbaba en el catre,
la boca entreabierta, roncando.
Entonces, hurgaba en sus bolsillos buscando una moneda que nunca hallaba.
Ojos enrojecidos, agrio el aliento, hediendo el cuerpo,
me sometía allí donde yo estuviera.
Años lavando ropas enharinadas y suciedad
de muchas noches.
Una mañana, volvió de la Chaya y del rancho encontró solo cenizas.
Mis huesos nunca los hallaron.
Coni Molina
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