Debajo
de la blanda superficie,
sitiados por la dulce piel
de la costumbre,
habitan,
silenciosos,
los fantasmas.
Hay que andar
de puntitas
por los cuartos,
susurrar
con cuidado
las palabras.
Hay que ordenar
las confusiones
en cajones,
prolijas,
perfumadas de lavanda.
Hay que llorar bajito,
sin escándalo,
para que no despierten
y podamos
seguir
adormecidos.
Finochietto (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, General Belgrano,1971)
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