Uno o dos puntos abajo
La nieve. Unos ojos casi muertos.
Los coágulos del frío en la planicie voltaica.
El cazador se arrodilló y de su boca salió una especie de rezo.
Pero la violencia se quemaba en sus ojos. Y en los ojos
de sus antepasados.
Se sacó los guantes y acercó las manos al fuego:
una casa de oro que se construía y se derrumbaba en
sus mejillas.
Una llave de hierro.
Un corazón y una víbora vista en las pesadillas.
Súcubos clásicos. Tachos
de basura vacíos. El viento rojo.
Y sus ojos esmaltados por el viejo pánico que mantenía a raya.
El hambre de un depredador acumulándose.
¿Cómo vamos a hacer si ya no queda tiempo?
Carteles luminosos que titilan como fantasmas
en la superficie del agua negra.
Un crupier te vino a buscar, cazador insignificante.
Pero vos le dijiste a la administradora que dijera
que te habías ido hacía una semana o más.
Herrera (Argentina, Buenos Aires, 1966)
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