Penas de bar
Y el reloj en tu puño marca las tres.
La calle está vacía y las coyunturas óseas
se ablandan. ¿Quién tropieza dos, tres, cuatro
veces con la misma puta y re puta piedra?
Lo paradójico es demorarse
en los planos de las prisiones y elaborar
la teoría del panóptico. La barba
que le sigue creciendo a los muertos. Y las
uñas. Mugre de ángeles tuertos. Espléndidos
rezos en una catedral durante un terremoto
de 6.9 puntos en la escala Richter. Voy a leer, ahora,
el poema de Apollinaire “La linda pelirroja”. Yo
también estoy aquí ante todos, pero mi
sentido común no funciona, sus engranajes
y sus poleas dejan mucho que desear. Macy Gray
canta que él es suyo en Sweet Baby. Pienso en la
droga que escondiste en mi casa. ¿Dónde
la pusiste? Yo pensé que te conocía. Dios me
escucha mejor cuando está distraído. Limándose
las uñas. No solo hace eso. También se pinta
las uñas con esmalte bermellón. Y usa unas viejas
bermudas de tela escocesa. Pero dice que los
tatuajes que tiene se los hicieron cuando dormía.
Y no sabe quién fue el tatuador. La línea del agua (turquesa),
en el horizonte, cortada por las siluetas inmóviles
de los buques cisterna: la hermenéutica
de esta época. Y los galpones en donde se
guardan los airplanes utilizados para circunvalar
el planeta Tierra a doce mil metros de altura.
Herrera (Argentina, Buenos Aires, 1966)
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