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LUISA MANERO SERNA

  • Foto del escritor: BRUNCH
    BRUNCH
  • 28 mar 2018
  • 2 Min. de lectura

La Habana 2013

Vi un altar en la casa de los habanos y me acordé del olor a cera el baño de oro el baño de luz las ganas de lamer las paredes que me hicieron creer en un tiempo sagrado y un suelo divino. Miré la ciudad, mar a la espalda, y se me apareció la hora en que dios pasó de nombrar una a una las fórmulas de mi idioma a masticar gemidos de lobo gastado, roñoso y en pleno temblor de clavos y nervios.

La Habana se mostró toda un costillar de perro añejo, anatomía nunca entera y nunca desnuda. Pensé no hay cosa más bella que un perro todo cayéndose, un perro enfermo lo tiene todo de entrañable. Los edificios se me caen encima altos y viejos y se filtran en mi insolación, me muerden de tan carnívoro a su presa, tan necesito robar algo de este orden tan frágil.

Robar algo, cualquier cosa —una papa, una bandera—, o llevarme al hombre que me miró y no me dijo vente, y que con su impulso tomado con la mano dura de la circunstancia convirtió mi tarde en un intento nervioso de traducir la frustración en palabras como “blanco” y “traslúcido”, en busca de una noción de lo incorpóreo que no me dejaba ver las casas blancas. Eran casas que olían a haber vivido tiempos diferentes y haber sido muy distintas. Sentía un golpe de rabia y de sol y casi olvido el patria o muerte que me incomodaba a la izquierda.

La uña del viento iba arañando las paredes. “Ayuda se me cae mi casa” en la puerta deshecha, “ayuda se me cae mi casa” repetí. No me asustaban los derrumbes y se sentía bien estar sentada sin miedo a que la sal carcoma mi fantasía de un alma vacía y de una justicia cotidiana. Me perdí en las calles porque quise. Vi los altares caribeños y yorubas de restos de sacrificio y caña seca, casi consciente de estar tejida en nudos, maltrecha de origen por los cirios por el incienso y por la luz, y pensé ay Luisa, si hubieras nacido en esta isla tal vez tu fe y caridad hubieran sido una cosa sincera, tal vez hasta serías una persona sincera y habrías imaginado a los santos como son: paja, hambre y sangre humana quédate siempre aquí.


Manero Serna (México, Teoloyucán, Santa Cruz del Monte, 1992)



 
 
 

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