Arlt
Yo pienso viejo Arlt
que si Shakespeare
hubiese vivido en nuestro país,
y en nuestro siglo.
Mejor dicho,
si alguna vez, digamos
el 15 de mayo de 1935,
metido en un café
de Corrientes y cualquier otra,
aferrado por la ventana,
alegre de descubrir la última porteñada
del mozo gallego
y amargado por la edición dominical de "La Nación"
sin leer,
en el montón con las otras.
Con un chau a un amigo que pasa
calculando las monedas en el bolsillo,
disimuladamente,
con una cancha que se adquiere
para pedir otro café
y que alcance para el tranvía.
Pienso viejo Arlt
que incluso a ese Dios,
gran inventor de muchas biblias
le sería imposible escapar
al misterio de la rara ciudad.
Indios, españoles, negros,
gauchos, orilleros,
griegos, judíos.
Cada día, cuando nos detuvimos
ante el espejo que es la ventana
a estudiar y decir, éste es nuestro dolor
y nuestra cara,
las pasiones humanas
y los fabricante de cañones
nos mandaban nuevas terceras clases
con mil nuevas maneras de amar
y de decirlo.
Mil maravillosas formas de ser hermano
y otras mil formas de dejar de serlo.
Cuando de esa masa de vidas confusas
surgían las chispas
de los cuerpos duros que chocan,
había que hacer arte,
que no podía ser tierno
y tampoco demasiado cruel.
Contar nuestra historia
con los reyes destronados
que mueren heroicos en sus gestos,
como hacerlo
cuando se vive rodeado
de todos hermosos pequeños trozos
de esa vida que formamos parte,
y la sentimos
con la ironía y perdón
con que se ve a un padre
italiano
que nos pagó el título de abogado
vendiendo verduras.
Había que contar el problema eterno
del bizco celoso,
y la tremenda mezquindad de los hombres,
que son capaces de crear hospitales de muñecas.
El drama del hombre porteño
es igual al de todos los hombres,
pero es el drama del hombre porteño,
y aunque se asombren algunos
el tango es bastante su vida triste,
ya crearemos la alegre,
cuando la sintamos.
En ese lento crecer
pusiste palabras reas
que para traducirlas necesitan media hoja
y si no me lo enseñaron todo
me ayudaron a conocer
que a las seis de la mañana
se encuentran viajando juntos
el que va al trabajo esperando muchas cosas
y el que regresa de su desnuda soledad
volviendo a ella
y todos juntos alimentan
la vida de esta ciudad,
que, porque sabemos sus penas
la queremos mejor.
Luchi ( Argentina, Buenos Aires,1921 – Barcelona, 2000)
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