Miro a la mujer que espera el colectivo en Plaza Constitución su cuerpo quebrado, la piel estriada como una flor marchita. Pienso en su maternidad, un contéiner lleno de escombros, cinco hijos dándole vueltas como insectos diminutos, colgándose de su pecho, mordiendo la carne. No puede dar más de lo que da y lo sabe. Mira a los niños como perros, quisiera ser la dueña que suelta el hueso para que vayan a jugar a otra parte, pero son como moscas adictas a los focos de luz. Quisiera apagarse, ser prescindible un rato apenas, pero ellos siempre piden más, pueden ser malvados, herir hasta el llanto, decir cosas tremendas y nadie los acusaría.
Son la violencia con la que fueron concebidos por su cuerpo joven y brillante en el colchón de un cuarto cualquiera, sus piernas abiertas, el forro de su chico sin forro, total, no importa, total, te acabo donde quiero.
Ahora vuelve a su casa en colectivo, piensa en la cena y se abstrae, tal vez sin querer se olvide a un hijo en el asiento.
Reif ( Argentina,Pcia. de Buenos Aires, Lanús, 1990)
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