LILIANA PONCE
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La hora de la jauría
Desciende desde lo alto:
el Gran Titiritero cambió sus títeres.
En el sendero curvo
gritos ahogados con una cinta adhesiva.
El lobo se hizo perro,
el perro una flor carnívora.
El vecino se creyó bienaventurado
y dijo: “Sólo quedaré ciego”.
Las garras rompen su garganta
pero todavía aplaude el perseguido.
Para avanzar sobre el puente
secaron el río.
Ahora el viento arremolina pastizales,
el fuego arrebata el campo.
Un ilusionista hipnotizó la queja
–la hora de la jauría llega
con máscara y sordina.
Ponce (Argentina, Buenos Aires, 1950)

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