VI
Besé la boca sucia de moras
mucho antes.
Até su delantal en mi cintura,
hicimos masas de azúcar y de arándanos,
horas antes,
mucho antes
una vida antes.
Después llegó el ejército con otros sedimentos
violetas y morados.
Y yo los preferí:
El fuego de los campos destruidos.
Las flechas de mi arco.
Mi cuchillo.
A la vulva rosada, a los pechos.
Esas jarras repletas de los jugos terrestres.
Las almohadas que olían a cardamomo.
Un golpe de estrellas asesinas
en el pecho.
Y yo las preferí.
Ahora soy la leyenda que otros cantan,
que otra escribe.
No la miel. Esta espada
Rocha (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Trenque Lauquen, 1959)
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