I
Es un amor que no puede ser contado.
Es el amado en el centro del poema quizás, y su poder extraño,
ni siquiera sol, ni siquiera Ulises.
Extranjero canto, meridiana y noche, distante y claro, convocando.
Y yo nada, mis cabos sueltos, mi fuerte mirada ya solo en el
amado, en él disuelta,
yo nada.
No es un amor de pequeñas algarabías. Es una luna en llamas
–y tan sin peso yo en ella– y su cielo un serpentino mar
impío que la refleja.
Es un amor que empezó oscuro como un presagio, el pico curvado
del cazador en los sueños de los amantes y la voz oracular
e íntima de las cosas sin nombre
calcinándolos.
El amor de dos poetas, solos, en el centro del poema.
Aráoz (Argentina, Pcia. de Tucumán, San Miguel de Tucumán, 1975)
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