LVI
Algún Dios soñó este pueblo
pero luego despertó y aquí quedamos.
Nos dejó una silla en la vereda
para esperar sentados
el viento fresco que viene del sur.
Nos dejó el perro sin rumbo
que orina los canteros.
Nos dejó al final de la avenida
un camino de piedra y polvo
para que todo se pueda ir.
Coneus (Argentina, Pcia. de Buenos Aires, Tres Arroyos, 1980)
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