Cocinar con los restos
Para Daniel Freidemberg
Esa palabra que
en la mente
pica como un
tábano y
baja hasta
la boca y
traicionando
la intención se
hace rutina y
contamina de
fósil
–carente de
interés para
cualquiera
arqueología
posible–
la rumiación
de quien
consigo
mismo
porfía en
busca de
escritura
esa palabra que
en un rincón
relampaguea e
induce al
pensamiento a
suponer una
feliz
epifanía y que
al coronarla en
la punta de
algún verso se
deja caer
mancha de
aceite que
expande una
forma
irreparable del
fracaso
esa tan
palabra
partisana que
ataca a
la idea hasta
convencerla
tanto de
su propia
pertinencia
para súbita
mente
hacerla
explotar en
la tranquilidad del
claustro
palabra esa
que tan
presumible
mente
ubicua
inédita
herra
mienta al
sedicente
poeta se
le aparece en
sueños
y se deja
conducir hacia el
mugriento
corral
cua cua
cuaderno
rivadavia
pero que
al ser
inspeccionada por
la policía de
la insobornable
vigilia
marcha presa
esa montuna
aleve y
resbalosa que
palabra al
fin se
escapa por
entre barrotes
los de la
jaula
palabra
pulgarcito del
idioma que
se usa y se
usa y se
usa y no se
gasta pero
vuelve se
sospecha de
corrupta
valetodo y en
consecuencia
enajenada
esa cama
león
palabra trans
formada en y
disconforme de
destino su
de corre
ve y dile o
de cartero
y que después
de tanto se
preposicionar
o incluso de
se adjetivizar
y en demasía se
gerundificar
es todo lo
que al fin y al
cabo hay
lo poco que
se puede con
en este oficio
hecho de
precisamente y
nada menos que
esta desafilada
tuerta y muy
desnuda ristra de
letras anudadas por
la tradición y
el uso y el
fungoso
panteón de la
academia.
Saavedra (Argentina, Buenos Aires, 1960)
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