tantas veces mi hija me miraba leer
apoyada en el escritorio
entonces se acercaba por atrás
me acariciaba apenas el borde de la nuca
una caricia tan etérea y dulce, la suya
que me hacía pensar:
algún día vendrá como brisa
y al besarme así
quedaré iluminada
( finalmente
la habré conocido)
Perosio (Argentina, Buenos Aires, 1950)
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