¿Quién dirá aquí, estos ojos,
quién cantará en bienvenida
las flores
de nuestro porvenir?
En el agua destemplada
de la noche
solo círculos y círculos
concéntricos
espirales,
nos arrasan
hacia lo abisal.
Viento
hojas suspendidas,
la frágil invención
de la mañana
un ala dorada clareando
la helada contextura
del temor
viento,
se desarma
el corral de la sombra
lo que era penumbra
es reflejo del vuelo
del pájaro en lo alto
como una estrella
como una estrella
como una estrella
que late
incesante
en la pupila del corazón
de un perro
herido, sin daño
por el rayo.
¿Cómo se aviva
el rosal
su rama dormida?
Chocar las piedras,
ahuyentar la escarcha
cristal de la pesadilla,
¿cómo?
podría sacar la foto
enhebrar el epígrafe:
rama de rosal en despedida
gotita
escarcha
flash
no alcanza
Voy a seguir punzando
el diamante
en el sueño de una cueva antigua
hasta
basta que la espina
se clave
en la pupila de mi corazón
que no tiembla,
como mi perro en la madrugada
cuando respira suave
sin sobresaltos.
¿Quién dirá aquí, estos ojos,
quién cantará en bienvenida
las flores
de nuestro porvenir?
Ah! si pudiera acariciar
el lomo de la esperanza
¿lo sabría?
Si pudiera bañarme
desnuda
en la madrugada del amor
¿lo sabría?
a tientas
ejercito en la ceguera del futuro,
desenredo los hilos
bordo gardenias en un paño
sin orillas.
Aunque no lo pueda ver,
aquí,
crecen los pétalos
del próximo verano,
como una caricia
un impulso
eléctrico iluminando
la niebla.
Pignataro (Argentina, Buenos Aires, 1985)
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