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Foto del escritorBRUNCH

GABRIEL PANTOJA

Hola. Soy dios. Y he venido

a este post a recordar

que he venido de una montaña

de post

donde he jugado con vos

a ser dos, a ser millones de nosotros dos

que somos a la vez otros millones de

nosotros dos que olvidamos

de paso recordar este

olvido y formamos

de tal modo

en la montaña de post, la memoria

del juego. Hola

hemos jugado estos millones de nosotros dos que

vamos a olvidar la memoria

de dios. He aprendido

así pues

de memoria

a olvidar a dios, y a olvidarte a vos

que estuviste junto a dios, a cada rato

diciéndome: hola. Soy

este post, entonces

y la mano que da en el pozo de la madrugada, la mano

que evoca la tecla donde resuena el vocablo día

y este día que escribe, por ejemplo, este

post y el sonido que apenas alcanza

a oírse en la montaña

de la palabra post. Yo vengo

de ahí porque yo soy además la montaña y

soy el elemento azul brotando de esta mano, mi nombre

por lo tanto es como el nombre de todo el mundo, el nombre

de dios, pero también mi nombre es Erik Satie y también

Mamá, y también Enrique y también soy un patio y también

Macedonio y tengo, como dios y mamá y los patios

y Enrique y Macedonio,

como todo el mundo

cinco años. Hola: soy

un hombre que teclea Erik Satie, que dice ahora Madre de dios,

que en la madrugada de dios escribe este post. Este post

también puede pensar en una mujer y

puede, como todo el mundo, equivocarla.

He venido pues

a recordar esta madrugada, tal equivocación.

Vine a equivocar la forma, por ejemplo, en que el azul de algo

se vuelve el azul de dios y el azul del dios se vuelve el muslo

divino de un río, y el rosado esplendor de la luz

de un río se vuelve el rosado organismo

del alma de una mujer y el cuerpo

además de esa mujer.

Todo se vuelve así agua

y montaña, mujer, memoria infinita

de un post que escribe, de tal manera, dios.

Pronto habré

de desaparecer

yo

bajo los espacios azules

de un silencio. Como todo el mundo.

He tocado así con estas manos la palabra dios y la flor

múltiple del vocablo mujer, con la misma mano

con que escribo ahora este post toco simultáneamente

las teclas de un órgano que me recuerda,

parecido al mar, la ligera piel de un insecto

y la ligera lámpara que el insecto puso

luego debajo de su piel. Vine a recordar

así el resplandor de la memoria de un solo insecto en el labio

iridiscente de la historia. Sí.

Y he venido a decir además que no hay, nunca hubo historia

sino apenas la formación de dios, los sonidos gravosos de la piel

de un insecto entre las lámparas. He venido

a recordarme que dios es el encendido de esa luz perdida

ahora entre las montañas

de post. Y habría que subir, me digo

un día estas montañas y escalar, me digo el silencio

múltiple del órgano de la azul montaña para bajar hasta la memoria

de dios y hacer otra vez silencio y otra vez silencio,

un infinito y oportuno silencio

y de otra manera decir la montaña

y de otra manera decir el silencio

y oír

a dios así

riéndosenos

de todos, riéndose, de vos y de mí, de nosotros,

de toda esta cadena montañosa de post humanos

en que nos hemos

convertido. He venido a oír

a dios diciendo

así lírica

sencillamente: hola

como si rezara

acuclillado ante el oído de unas flores

como si dijera además: soy el azul

silencio de la madrugada, soy un hombre y una mujer

y una mujer dentro de otra mujer y también un pez y un

caballo y un perro y una tierna vaca y unas gallinas y una magnolia y un escorpión.

Y tengo esta memoria de dios que escribe

la palabra dios y tengo cinco años

como todo el mundo.


Pantoja (Argentina, Pcia. de Córdoba, 1979)



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