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GABRIEL PANTOJA

  • Foto del escritor: BRUNCH
    BRUNCH
  • 7 jul 2021
  • 1 Min. de lectura

PUSE a Scott a verse en el charco

de la Alberdi. Primero caminando,

luego detenido ahí, a fuerza de saber

mirarse, espejado y barroso. No vio

ninguna flor, en el fondo, ni río

de hechos infinitos. Estaba

en cambio Marta ahí, zigzagueante,

reflejada apenas, repartida en un cuerpo

que se volvía espirales, repartida en tres

vestidos floreados que luego dieron

a parar al tendal del patio de baldosas

de Scott, haciéndose casi fuego el patio,

haciéndose casi algo que se parecía

a una catedral milimétrica ardiendo y

a perfectísimos círculos dibujados

en una mano, se parecía. Sobre la catedral

luego llovía y la mano de Scott se mojaba

y los vestidos de Marta se humedecían y

florecían, espléndidos, bajo los tiempos

que ahí nacían, simultáneos, como el diluvio

en los jardines, como el agua que se esparcía

a grandes velocidades y nadie sabía decir,

ni yo que era el autor de estos fragmentos,

sabía decir. Yo que ahí actuaba de charco

a lo largo y ancho de la Alberdi

bajo los rojizos ciruelos y los fresnos.


Pantoja (Argentina, Pcia. de Córdoba, 1979)


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